Por Rosa Nelly Rodriguez Batista
Mucho se habla de los derechos adquiridos por la mujer. Pero ni aún esos derechos han logrado salvarla del maltrato físico y emocional por lo cual miles de mujeres atraviesan.
La mujer parece cada día ser despojada de piezas que trastocan su vida hasta llegar a la frágil desnudez. Lirica de canciones que atentan en contra de la decencia y el valor. Una sociedad que vende su imagen como un símbolo sexual como si esa fuera su mayor virtud. Publicidad que proyecta la imagen de la “mujer perfecta” siendo aquella donde la estreches entre la piel y sus huesos es finita creando, sin darse cuenta, ese sutil despojo de autoestima mediante esa “belleza” lejana de la perfección. Cuentos de hadas donde el amor se presenta de manera sublime y “rosado” despojándolas de la visión real del sentimiento más grande y profundo.
La mala interpretación de: “El amor todo lo aguanta” que lleva a crear la idea de que una mujer es imperfecta si todo lo resiste sin medir. El machismo que se convierte en la trillada frase: “El hombre es de la calle y la mujer es de la casa”, dándose permiso a levantar la voz y en ocasiones a levantar la mano dejando cicatrices en el cuerpo... en el alma. Y en la peor de las circunstancias arrancándole la vida.
Tenemos mucho camino que recorrer. La experiencia de mujeres que, como yo, llevamos cicatrices en nuestro ser por haber vivido el maltrato físico y emocional tenemos que levantar la voz.
Es obligatorio unirnos y llevar un mensaje diferente a nuestros jóvenes... hombres y mujeres que marcarán la historia. Romper el silencio es nuestra responsabilidad.
La educación y la prevención van tomadas de la mano. Tenemos una poderosa “violencia” con aspiración a ser gigante. Pero la fe, perseverancia, determinación y valor deben ser más grandes aún. Es así, solo así, como podemos vencer... porque la dignidad tiene un hermoso vestido.
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